Las pantallas de los teléfonos inteligentes se miden en DisplayMate, mientras que las cámaras pasan por los tests de DxOMark. Los únicos laboratorios externos fiables a la hora de realizar este tipo de pruebas pues, como en el caso de los benchmarks que podemos ejecutar nosotros mismos, siempre realizan las mismas pruebas de la misma manera, para poder puntuar los resultados obtenidos de forma similar.
Un uso de los benchmarks es también para saber si nuestro smartphone funciona de forma defectuosa, devolviendo velocidades de escritura menores a las óptimas y mostrando, por ejemplo, que la memoria interna tiene algún problema. Pues los teléfonos pasan pruebas antes de ponerse a la venta.